Vivimos en una sociedad en la que desde la niñez se nos inculca la cultura de la competición para ser mejor, ganar más, etc. asociando estos “triunfos” a una mayor felicidad.
La competición no tiene por qué tener una connotación negativa, siempre y cuando sea en su justa medida y de una forma sana, y por supuesto, no perdamos de vista nuestros objetivos y propósitos vitales.
Los conflictos en un equipo de trabajo pueden dificultar la consecución de los objetivos.
“El espíritu de equipo es lo que da a muchas empresas una ventaja sobre sus competidores”, de George Clements.
1º.- ¿Por qué crees que no han conseguido su objetivo?
2º.- ¿Qué tendría que tener la competencia para que fuera sana?.
Negociación: